martes, 20 de diciembre de 2011

Historia del Alto Mayo




Breve Reseña Historica

EPOCA INCAICA.- Cuenta la historia que en el reinado de YAHUAR HUACA (El que llora sangre), se sublevaron los Charcas y los Pocras, al mando de ANCOALLO Y ASTOHUANCA, en un número de 50,000 y sitiaron el Cuzco, haciendo temblar al gobierno y venciendo al INCA, quien huyó si organizar la defensa, pero su hijo HUIRACOCHA (Príncipe de los sueños), organizó  la defensa y los venció, persiguiéndolos tenazmente; los fugitivos huyeron hacia la selva norte, pasando por el puente colgante de Apurímac, cortando luego sus cables para libarse de sus perseguidores. Llegaron hasta las orillas del río Mayo y se establecieron en la llanura llamada MUYUPAMPA, y  otros en LAMAS, en el sitio que dieron por nombre ANCOALLO, cuyo barrio existe hasta la  fecha. Posteriormente en el año de 1447, el Inca TUPAC YUPANQUI, mandó a su hijo HUAYNA CAPAC, para que consumase la fundación del reino de los SHIKIS en el Ecuador, llevando muchos indios CHACHAPUYAS Y MUYUPAMPAS, algunos no se quisieron someterse a la           dominación huyendo a la región fluvial de YARAVI Y TRAPICHE, formando la tribu de los  MAYORUNAS.  
EPOCA COLONIAL.- Se refiere hacia la incursión de los españoles hacia los pueblos de la selva: El capitán Alonso de Alvarado, dirige una expedición desde Trujillo, hasta Chachapoyas, para de  allí fundar Moyobamba, acompañado de 13 soldados, entre los cuales estaba Juan Pérez de Guevara, pero no logró cumplir su objetivo y retornó a Chachapoyas, dejando la fundación para  Juan Pérez de Guevara, cuyo nombre primogénito fue Santiago de los 8 Valles. Durante la colonia fue un punto de convergencia y paso forzoso hacia Quito, fue llamada por   entonces la "Metrópolis de Maynas” y se convirtió en la base de las Misiones Colonizadoras de la Selva. Por disputas entre las Misiones Jesuitas y Franciscanos el gobierno español sugiere la conveniencia de constituir la Comandancia General de Maynas con la capital Moyobamba.  
EPOCA DE LA EMANCIPACION.- Los cuatro siglos de dominación española  y la esclavitud de los nativos, fue motivo de muchas rebeliones en favor de la emancipación y la selva no fue ajena a estos movimientos,  en 1743 se reveló el caudillo Juan Santos de Atahualpa, anticipándose 37           años el levantamiento del Cacique Tupac Amaru. Uno de sus hijos don Pedro Pascacio Noriega, por encargo directo del Libertador San Martín, inició el levantamiento en Moyobamba, en favor de la Independencia, marchando por Cajamarca a Chachapoyas y Moyobamba, pero Noriega no logró alcanzar a ver su sueño realizado y fue fusilado el 11 de Abril de 1821 en la Plaza de Armas de Moyobamba. Moyobamba, se consideró el Baluarte de la resistencia de los Españoles, pero en la Batalla de HIGOS URCO el 06 de Junio de 1821, fueron derrotados los realistas, y en un cabildo abierto el           14 de Agosto de 1821, en TAULA, se ratificó la independencia de MAYNAS, de esta manera  Moyobamba Jura su Independencia el 19 de Agosto de 1821, con el nombre de SANTIAGO DE LOS VALLES DE MOYOBAMBA.  
EPOCA REPUBLICANA.- Comprende desde la época donde Moyobamba, fue nombrada capital del Dpto. De Loreto, luego con la creación del Departamento de San Martín, fue designado como su capital el 04 de Setiembre de 1906. El distrito de Moyobamba, fue creado por Ley el 02 de enero de 1857. 
 A partir de 1830, se instalaron en esta ciudad los consulados de Argentina, Brasilia, Colombia, Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, méritos por lo cual, es considerada como “Cuna de la Cultura del Oriente Peruano”. 
 Las tribus que habitaban en esta ciudad eran los Muyupampas, Motilones, Shachapuyos y Moyorunas.  La ciudad de Moyobamba cuenta con los siguiente méritos: 

Capital de Maynas. 

Capital del departamento de Loreto. 
Con fecha 04 de setiembre de 1906 al crearse el departamento de San Martín se le designa como capital del departamento. 
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La Navidad








este mes que es un mes muy importante quiero compartir con todos ustedes unas historias muy bonitas sobre la navidad esperando que les guste mucho:

                                                                                                           


                                                     
 Un Regalo para Siempre

En Monterrey, hace algún tiempo... Esa fecha solía ser muy importante: el día del aniversario de bodas. Sin embargo, sería la primera vez que no lo celebrarían juntos. Carlos había apenas fallecido, consumido por el cáncer.

Todos los años él enviaba a Ana un ramo de rosas, con una tarjeta que decía: «Te amo más que el año pasado. Mi amor crecerá más cada año». Pero éste sería el primero que no las recibiría. De pronto llamaron a su puerta, y para su sorpresa, al abrir estaba un ramo de rosas frente a ella, con una tarjeta que decía «Te Amo».
Ana se molestó pensando que había sido una broma de mal gusto. Habló a la florería para reclamar el hecho, y al contestarle, le atendió la dueña. Ella le dijo que ya sabía que su esposo había fallecido, y le preguntó si había leído el interior de la tarjeta. Le explicó que esas rosas estaban pagadas por su esposo por adelantado, así como todas las demás por el resto de su vida.
Al colgar el teléfono a Ana se le llenaron sus ojos de lágrimas. Abrió el sobre: «Hola mi amor, sé que ha sido un año difícil para ti, espero te puedas reponer pronto, pero quería decirte, que te amaré por el resto de los tiempos y que volveremos a estar juntos otra vez. Se te enviarán rosas todos los años en nuestro aniversario; el día que no contesten a la puerta, harán cinco intentos en el día, y si aún no contestas, estarán seguros de llevarlas a donde tú estés, que será junto a mí. Te ama para siempre, Carlos, tu esposo».


El Gigante Egoísta


Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto. 


Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos para escucharlos. 

-¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a otros. 

Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció con él durante siete años. Transcurridos los siete años, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín. 

-¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz agria. Y los niños salieron corriendo. 

-Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. -Ya es hora de que lo entendáis, y no voy a permitir que nadie mas que yo juegue en él. 

Entonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel: 
Prohibida la entrada. 
Los transgresores serán 
procesados judicialmente. 

Era un gigante muy egoísta. 

Los pobres niños no tenían ahora donde jugar. 

Trataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas piedras, y no les gustó. 

Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso jardín que había al otro lado. 

-¡Que felices éramos allí!- se decían unos a otros. 

Entonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. Solo en el jardín del gigante egoísta continuaba el invierno. 

Los pájaros no se preocupaban de cantar en él desde que no había niños, y los árboles se olvidaban de florecer. Solo una bonita flor levantó su cabeza entre el césped, pero cuando vio el cartel se entristeció tanto, pensando en los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y se echó a dormir. 

Los únicos complacidos eran la Nieve y el Hielo. 

-La primavera se ha olvidado de este jardín- gritaban. -Podremos vivir aquí durante todo el año

La Nieve cubrió todo el césped con su manto blanco y el Hielo pintó de plata todos los árboles. Entonces invitaron al viento del Norte a pasar una temporada con ellos, y el Viento aceptó. 

Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de la chimeneas. 

-Este es un sitio delicioso- decía. -Tendremos que invitar al Granizo a visitarnos. 

Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo, hasta que rompió la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardín corriendo lo más veloz que pudo. Vestía de gris y su aliento era como el hielo. 

-No puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar- decía el gigante egoísta, al asomarse a la ventana y ver su jardín blanco y frío. -¡Espero que este tiempo cambiará! 

Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno. 

-Es demasiado egoísta- se dijo. 

Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve danzaban entre los árboles. 

Una mañana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una música deliciosa. Sonaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad solo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de bailar sobre su cabeza, el Viento del Norte dejó de rugir, y un delicado perfume llegó hasta él, a través de la ventana abierta. 

-Creo que, por fin, ha llegado la primavera- dijo el gigante; y saltando de la cama miró el exterior. ¿Qué es lo que vio? 

Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance de su vista, había un niño. Y los árboles se sentían tan dichosos de volver a tener consigo a los niños, que se habían cubierto de capullos y agitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los pequeños. 

Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped. Era una escena encantadora. Sólo en un rincón continuaba siendo invierno. Era el rincón más apartado del jardín, y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía en torno a él. 

-¡Sube, pequeño!- decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo.

-¡Qué egoísta he sido- se dijo. -Ahora comprendo por qué la primavera no ha venido hasta aquí. Voy a colocar al pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para siempre. 



Estaba verdaderamente apenado por lo que había hecho. 

Se precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín. 

Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser invierno. 

Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó. 

Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con ellos. 

-Desde ahora, este es vuestro jardín, queridos niños- dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro. Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más hermoso de los jardines que jamás habían visto. 

Durante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante. 

-Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol?- preguntó. 

El gigante era a este al que más quería, porque lo había besado. 

-No sabemos contestaron los niños- se ha marchado. 

-Debéis decirle que venga mañana sin falta- dijo el gigante. 

Pero los niños dijeron que no sabían donde vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante se quedó muy triste. 

Todas las tardes, cuando terminaba la escuela, los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver. El gigante era muy bondadoso con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y a menudo hablaba de él. 

-¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir. 

Los años transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba más débil. Ya no podía tomar parte en los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su jardín. 

-Tengo muchas flores hermosas- decía, pero los niños son las flores más bellas.


 Una mañana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba el invierno, pues sabía que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores. 


De pronto se frotó los ojos atónito y miró y remiró. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran doradas, frutos de plata colgaban de ellas y debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto quiso. 

El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó cerca del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó: 

- ¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y las mismas señales se veían en los piececitos. 

-¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el gigante. -Dímelo para que pueda coger mi espada y matarle. 

-No- replicó el niño, pues estas son las heridas del amor. 

-¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas ante el pequeño. 

Y el niño sonrió al gigante y le dijo: 

-Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso. 

Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de capullos blancos. 



UN REGALO DE NAVIDAD






En una pequeña ciudad había una sola tienda que vendía árboles de Navidad. Allí se podían encontrar árboles de todos los tamaños, formas y colores.
El dueño de la tienda había organizado un concurso para premiar al arbolito más bonito y mejor decorado del año y lo mejor de todo es que sería el mismo San Nicolás quien iba a entregar el premio el día de navidad
Todos los niños de la ciudad querían ser premiados porsanta y acudieron a la tienda a comprar su arbolito para decorarlo y poder concursar.
Por su parte, los arbolitos se emocionaban mucho al ver a los niños y decididos a ser el elegido, les gritaban:¡A mí... a mí... mírame a mí¡ Cada vez que entraba un niño a la tienda era igual, los arbolitos comenzaban a esforzarse por llamar la atención y lograr ser escogidos.
¡A mí que soy grande!... ¡no, no a mí que soy gordito!... o ¡a mí que soy de chocolate!... o ¡a mí que puedo hablar!. Se oía en toda la tienda. Pasando los días, la tienda se fue quedando sin arbolitos y sólo se escuchaba la voz de un arbolito que decía: A mí, a mí... que soy el más chiquito.
A la tienda llegó, casi en vísperas de Navidad, una pareja muy elegante que quería comprar un arbolito.
El dueño de la tienda les informó que el único arbol de navidad que le quedaba era uno muy pequeñito. Sin importarles el tamaño, la pareja decidió llevárselo.
El arbolito pequeño se alegró mucho pues, al fin, alguien lo iba a poder decorar para Navidad y podría participar en el concurso.
Al llegar a la casa donde vivía la pareja, el arbolito se sorprendió: ¿Cómo siendo tan pequeño, podré lucir ante tanta belleza y majestuosidad?.
Una vez que la pareja entra a la casa, comenzaron a llamar a la hija: ¡Regina!... ven... ¡hija!... te tenemos una sorpresa. El arbolito escuchó unas rápidas pisadas provenientes del piso de arriba.
Su corazoncito empezó a latir con fuerza. Estaba dichoso de poder hacer feliz a una linda niñita.
abetoAl bajar la niña, el pequeño arbolito, se impresionó de la reacción de ésta: - ¡Esto es mi arbolito!... Yo quería un árbol grande, frondoso, enorme hasta el cielo para decorarlo con miles de luces y esferas. ¿Cómo voy a ganar el concurso con este arbolito enano? Dijo la niña entre llantos.
- Regina, era el único arbolito que quedaba en la tienda, le explicó su padre.
- ¡No lo quiero!...es horrendo... ¡no lo quiero!, gritaba furiosa la niña.
Los padres, desilusionados, tomaron al pequeño arbolito y lo llevaron de regreso a la tienda. El arbolito estaba triste porque la niña no lo había querido pero tenía la esperanza de que alguien vendría a por él y podrían decorarlo a tiempo para la Navidad. Unas horas más tarde, se escuchó que abrían la puerta de la tienda.
¡A mí... a mí... que soy el más chiquito. Gritaba el arbolito lleno de felicidad. Era una pareja robusta, de grandes cachetes colorados y manos enormes. El señor de la tienda les informó que el único árbol que le quedaba era aquel pequeñito de la ventana. La pareja tomó al arbolito y sin darle importancia a lo del tamaño, se marchó con él.
Cuando llegaron a casa, el arbolito vio como salían a su encuentro dos niños gordos que gritaban: ¿Lo encontraste papi?... ¿Es cómo te lo pedimos mami? Al bajar los padres del coche, los niños se le fueron encima al pequeño arbolito.








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martes, 13 de diciembre de 2011

Palabras Regionales de la Selva

Alao: Expresión que denota compasión de alguien que dá lástima. Alaocito. Pobrecito. Que pena. 
Allao: Expresa deseo de una cosa; querer algo. 

Añallo: Hormiga pequeñita de picadura dolorosa. 

Añashuyo: Pez de cocha, sin escama, pequeño. 
Añuje: Roedor pequeño parecido a un conejo, pero de orejas pequeñitas, de color negruzco; comestible. 


Artacho, cha: Forma de llamar a los que llevan el nombre de Artidoro. 

Arrecho: Muy sensual. Excitado sexualmente. Que le gusta practicar el acto sexual a toda hora. 
Asnaso: Hediondo, sucio. 
Asnay: Glándula pestilente que tienen ciertos animales en el lomo, como el zorrillo o zorrino, el "intuto", etc. 


Asna huayra: Que apesta el cuerpo y los vestidos. De mal olor. 

Asna ocote: Que apesta el culo. 
Asna ojete: Ver "asna ocote" (Tiene el mismo significado) 
Asna picho: Que apesta el órgano genital de la mujer. 
Asna raca: Ver "asna picho" (Tiene el mismo significado). 
Asna runto: Que apestan los huevos del hombre. 
Asna ullo: Que apesta el órgano genital del hombre (el pene). 
Asna uma: Que apesta la cabeza. 
Ashishito: Pequeñito. Un pedacito
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